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Alicia Cayendo Por La Madriguera

Y como Alicia, cayendo por la madriguera, no se daba cuenta de que realmente estaba cayendo, ni notaba vertigo, ni impresión alguna, fuimos cayendo en este enorme jardín que es el COVID-19.

Y flotábamos agenos al enorme problema que esto podía suponer, porque suponíamos que todos los cisnes eran blancos, hasta que encontramos uno negro. Y cuan negro era, más oscuro que el señor de las tinieblas, más dramático que una obra de Shackespeare, mas irónico, y subrealista que cualquier película de Berlanga.

Alicia caía y los perros salían a la calle, mientras los niños se quedaban en casa. Y cuando caía, pudo agarrar una jarra de un armario que había en las paredes de la madriguera, en la que ponía “Zumo de naranja”. Pero esta vez no quedaba ya zumo de naranja, ni si quiera en el supermercado, que digo yo, ni si quiera papel tisue, ni nada para poderse limpiar.

Al llegar al suelo, lo hizo de golpe. Nosotros lo hicimos a lo bestia. Y el sonido fue un estruendo de miles de aplausos a las ocho de la tarde, para recordar a aquellos que luchaban por la vida de aquellos a los que queremos. Pero que dura fué la caida. El banco en que soliamos descansar al abrigo de los ultimos rayos de sol de la tarde, era ahora un lugar inalcanzable, lleno de nostalgia, como el que recuerda un antiguo amor, o a un ser querido que ya no está. Y sólo es un banco a 20 metros, pero que lejos está.